Con el objetivo de dar a conocer las consecuencias que dejan enfermedades o accidentes que ocasionan lesiones cerebrales, un blog compila las experiencias personales de quienes han pasado por estas situaciones.
La organización benéfica Headway East London, en Reino Unido, ofrece apoyo a pacientes que han sufrido una lesión cerebral adquirida (ABI, por sus siglas en inglés) y, para ayudarlos a superar lo ocurrido, compila sus historias: cómo eran sus vidas antes y cómo cambiaron tras la enfermedad.
A continuación, los casos de dos de los afectados.
Matthew - programador informático
Seis meses después de empezar su primer trabajo, comenzó a ver doble y a sentir que sus manos y sus pies se dormían.
Cuando llegó al departamento de emergencias del hospital, le diagnosticaron un quiste en el cerebro, que requirió una operación en la que se removió una parte del cráneo.
Siempre he sido introvertido, pero también estudioso y terco, me gustaba decir lo que pensaba aunque otros pudieran estar en desacuerdo.
Nací en Birmingham, Inglaterra, pero a los cuatro años me fui al país de origen de mi familia, en África, pero no diré cuál es.
Regresé a Reino Unido en 1995, teniendo 17 años. Quería estudiar. Trabajaba tres noches a la semana e iba a clases cinco días.
También trotaba. Cuando comencé a trabajar, lo primero que me compré fueron unos buenos zapatos para correr.
Al terminar mis estudios, conseguí un trabajo. Todo comenzó gradualmente…
Empecé a sentir dolores de cabeza muy intensos, pensé que era porque estaba trabajando mucho. Pero también dejé de tener sensaciones en los pies y en las manos. Posteriormente, comencé a ver doble.
Un sábado decidí ir al Hospital de Ojos Moorfields, en Londres. Y de esa visita, solo recuerdo haberme despertado en una cama de hospital.
Supe que mi memoria estaba muy mal porque la primera vez que me di un baño tras la operación, me tomó horas, hacía lo mismo una y otra vez.
Comencé a experimentar recuerdos falsos o recuerdos modificados de alguna situación en la que había estado.
Cuando eso pasa, a mi cerebro le cuesta recordar, así que llena los huecos que hay con cosas que pudieron haber pasado. Se siente muy real. Es coherente desde el punto de vista emocional y lógico.
Me ocurre cuando lo que estoy tratando de recordar tiene un alto componente de sentimientos.
No sé con exactitud con cuánta frecuencia pasa, puede ser que no me dé cuenta.
Según los exámenes neurológicos que me han hecho, puedo razonar y pensar bien. El problema es mi memoria y mi capacidad de retención.
En los nueve años que siguieron a mi lesión, perdí cuatro empleos. No me siento orgulloso de que haya pasado, pero en cierta forma es bueno porque demuestra mi resiliencia.
He tenido que volver a aprender muchas cosas. Perdí la confianza en mí mismo y he olvidado muchas cosas. Ahora me dedico a hacer algoritmos y a estudiar los fundamentos básicos de programación en casa, en vez de diseñar algo complejo, como hacía antes.
Lo disfruto y me mantiene actualizado.
Pero me gustaría dedicarme a otra carrera y lograr valerme por mí mismo en el futuro. Quizás en cinco años… ojalá.
Sam – madre de Jessica y Spencer
En 2006 tuvo un accidente automovilístico. El vehículo dio vueltas, ella no estaba usando el cinturón de seguridad y se salió por una de las ventanas abiertas del auto.
Tras ser dada de alta, se le especificó que necesitaba supervisión regular por sus temblores, su falta de coordinación y de equilibrio.
De todos los pasajeros que iban en el automóvil, yo fui quien sufrió las peores heridas. Al conductor se le fracturó el hombro. Al parecer, la persona que nos chocó había estado manejando por apenas una semana.
Estuve en coma por un par de meses.Tenía una especie de tornillo que salía de mi cabeza porque me quitaron una parte del cráneo para aliviar la presión.
Como parte del proceso de rehabilitación fui a un gimnasio, en donde mejoré mi caminar, y también me traté con terapistas del lenguaje.
Me ayudaron a recordar cosas y me enseñaron a cocinar, antes del accidente sabía cómo hacerlo. Pasé ocho meses allí, sigo mejorando.
Jessica nació un 13 de enero. Los médicos me dejaron regresar a casa para celebrar su cumpleaños número 18. Fue mejor para mí volver a mi hogar y estar con mis hijos.
Mi personalidad cambió. Creo que ahora soy más delicada. Antes era muy malhumorada. Era terrible. Muchas personas en el bar local dicen que yo era una pesadilla.
Pero ahora, lo único que podría molestarme es que algo pudiera pasarle a mi familia.
El accidente los ha afectado a ellos más que a mí, porque ya no soy la persona que solía ser.
Mi hermana es 9 años menor. Yo era como una madre para ella, pero eso ha cambiado. Cada vez que ella tenía un problema, podía llamarme para hablar, pero ya no puedo aconsejarla como antes.
Vivo en una pequeña casa con un jardín en una zona agradable y tengo buenos vecinos. Desde la ventana puedo ver el edificio en el que vivía siendo niña.
Creo que ahora tengo una mejor vida. Pienso que lo que ocurrió me ayudó, pero no estoy segura de que mi familia coincida con mi opinión.