INTERNACIONAL.- El hambre influye en
nuestro humor, y por lo tanto, en nuestra toma de decisiones. Al igual que
ocurre con el sueño, tener hambre empeora nuestro ánimo, al mismo tiempo que nos
conduce a tomar más riesgos.
No hace falta irse muy lejos y pasar un día entero sin probar bocado para sentir cómo cada vez nos sentimos más irascibles, más arbitrarios y menos dueños de nosotros mismos.
Corremos el riesgo de decir o hacer algo que no tiene marcha atrás. Hay otras situaciones en las que también deberíamos pensárnoslo dos veces antes de abrir la boca, como cuando hemos dormido poco, cuando estamos borrachos, cuando nos sentimos tristes o cuando tenemos hambre.
Si alguien cuyo trabajo es, precisamente, aplicar la ley y olvidar sus preferencias personales cae en la trampa del hambre, ¿qué no ocurrirá con cualquiera de nosotros? El problema no se encuentra tanto en que nuestro estado de ánimo cambie como en que ni siquiera somos conscientes de la manera en que nos afecta.
Discutir. Podemos ser demasiado fieros con las personas que nos rodean que en circunstancias normales. No dejes que el estómago hable por ti.
Juzgar a los demás. La forma en que el hambre afecta nuestro juicio, recuerda que el sesgo de correspondencia (o el error fundamental de atribución) es más acentuado cuando tenemos hambre. Eso quiere decir que si de repente lo vemos todo negro, probablemente culparemos a los que nos rodean de todo lo que va mal, cuando en realidad somos nosotros quienes estamos distorsionando la realidad. Es una forma de proteger nuestra identidad frente al ominoso mundo exterior.
No hace falta irse muy lejos y pasar un día entero sin probar bocado para sentir cómo cada vez nos sentimos más irascibles, más arbitrarios y menos dueños de nosotros mismos.
Corremos el riesgo de decir o hacer algo que no tiene marcha atrás. Hay otras situaciones en las que también deberíamos pensárnoslo dos veces antes de abrir la boca, como cuando hemos dormido poco, cuando estamos borrachos, cuando nos sentimos tristes o cuando tenemos hambre.
Si alguien cuyo trabajo es, precisamente, aplicar la ley y olvidar sus preferencias personales cae en la trampa del hambre, ¿qué no ocurrirá con cualquiera de nosotros? El problema no se encuentra tanto en que nuestro estado de ánimo cambie como en que ni siquiera somos conscientes de la manera en que nos afecta.
Discutir. Podemos ser demasiado fieros con las personas que nos rodean que en circunstancias normales. No dejes que el estómago hable por ti.
Juzgar a los demás. La forma en que el hambre afecta nuestro juicio, recuerda que el sesgo de correspondencia (o el error fundamental de atribución) es más acentuado cuando tenemos hambre. Eso quiere decir que si de repente lo vemos todo negro, probablemente culparemos a los que nos rodean de todo lo que va mal, cuando en realidad somos nosotros quienes estamos distorsionando la realidad. Es una forma de proteger nuestra identidad frente al ominoso mundo exterior.