En 2003, Mark H. tenía 48 años y llevaba 17 sin consumir drogas. Pero una rutinaria operación de rodilla lo volvería a convertir en un adicto.
"Pensé que podría controlarlo. Pensé que podría seguir las instrucciones. Pero eso duró como una semana", dice a BBC Mundo Mark H., quien solicitó que no se usara su apellido.
Lo que recetaron a Mark H. tras su operación de rodilla fueron analgésicos opiáceos, un tipo de medicación legal derivada del opio cuyo consumo es considerado una epidemia en Estados Unidos.
Y no es para menos.
Según los Centros de Control de Enfermedades (CDC), 44 personas mueren en EE.UU. cada día por una sobredosis de analgésicos recetados por médicos. En 2014, se hicieron 200 millones de recetas de derivados del opio en EE.UU.
Hasta tal punto ha crecido la preocupación, que el CDC recomendó el martes que recetar calmantes no fuera la primera opción de los médicos contra el dolor crónico. El CDC pidió a los médicos que optaran por la fisioterapia y el ejercicios como alternativas a los derivados del opio.
"Son niveles históricos de sobredosis por opioides", dice a BBC Mundo el doctor Andrew Kolodny, director ejecutivo de la organización Médicos por la Precripción Responsable de Opioides.
Los jóvenes pueden ser los que se roban la atención, afirma Kolodny, pero hay un grupo más numeroso que las estadísticas no consiguen medir en su totalidad: los adultos y adultos mayores.
Mark H. lo sabe bien. El maestro jubilado de 61 años ha pasado por una operación de hombro y una fusión espinal, y en ambos casos ha preferido el dolor antes que los analgésicos opiáceos.
Los médicos le insistieron, pero él aprendió de la peor forma que estas pastillas son sinónimo acabar enganchado a la heroína.
Heroína legal
Los medicamentos derivados del opio son recetados para tratar dolores entre moderados y severos luego de una operación o lesión, así como para determinadas enfermedades como el cáncer.
El problema es que su prescripción para tratar dolores crónicos no vinculados al cáncer o incluso tras intervenciones menores, como las dentales, ha provocado que sólo en 2012 se recetaran 259 millones de analgésicos opioides, un 300% más respecto a 1999, según los CDC.
En otras palabras, la cifra es tan elevada que alcanza para que cada adulto de EE.UU. tenga un frasco de pastillas en sus manos.
Estos medicamentos, que abarcan drogas como la oxicodona, hidrocodona, oximorfona y metadona, pueden convertir a una persona en adicta con solo una prescripción.
"Lo que hacen en el cerebro es indistinguible a lo que provoca la heroína. Esencialmente estamos hablando de pastillas de heroína", dice Kolodny, quien también es científico de la Escuela Heller de la Universidad Brandeis, en Estados Unidos.
Los jóvenes de entre 20 y 30 años, al no poder pagar los US$80 que cuestan los analgésicos opiáceos ni encontrar médicos dispuestos a recetárselos indiscriminadamente, terminan cambiándose al consumo de heroína.
En la calle se puede encontrar una papelina de heroína por US$10.
"Las personas de 40, 50, 60, 70 y 80 años no necesitan recurrir al mercado negro, porque los médicos están dispuestos a recetarles cuantos (analgésicos opioides) quieran", explica Kolodny.
Sus sobredosis con opiáceos son más frecuentes que las de los jóvenes, agrega, pero las muertes de las personas mayores permanecen indetectables.
La epidemia silenciosa
De acuerdo con los CDC, entre 1999 y 2013 la mayoría de las personas en Estados Unidos que murieron de sobredosis por opioides recetados tenían entre 45 y 54 años, y la tasa para aquellos de entre 55 y 64 años aumentó más de siete veces.
Sin embargo, explica Kolodny, cuando un adulto o adulto mayor muere al dormir, "llegan la policía o los médicos y, al menos que vean algo muy sospechoso como una aguja saliendo del brazo de la persona, lo que hacen es llamar al doctor tratante y pedirle que firme el certificado de defunción".
En ese certificado dirá que la personamurió por una causa natural o un ataque al corazón.
Por eso se dice que es una epidemia silenciosa.
Incluso cuando la familia sabía que el fallecido tenía problemas de adicción con analgésicos opioides, igual no se investiga.
"¿Quién quiere que se sepa que la abuelita tenía problemas con las pastillas? Nadie quiere que le hagan un estudio toxicológico o autopsia. Nadie quiere saber que murió de sobredosis. La familia sólo quiere hacerle el funeral", razona el médico.
Incluso un olvido puede provocar la sobredosis. Según Kolodny, los medicamentos que se recetan tienen dosis tan altas de opioides que si la persona olvida que ya tomó la pastilla y agrega una extra, puede morir.
Este no fue el caso de Mark H., quien consumió drogas de forma recreacional y luego como adicto hasta los 31 años. Su operación de rodilla lo llevó de vuelta a sus años más oscuros.
"Traté de tomar lo que me prescribieron, pero al ser un adicto, en seguida quise más".
En aquella recaída, Mark H. incluso perdió su trabajo como maestro de escuela. "La adicción te apodera. Todo lo que había aprendido sobre drogas se fue por la ventana. Sólo quería la droga".
Estuvo un año y medio antes de poder dejar los analgésicos opioides y la heroína de nuevo. "Aprendí de la forma más dura", dice.
Una ley casi unánime
"El abuso de opioides prescritos, que pueden llevar a la adicción, está teniendo efectos devastadores en nuestras familias y comunidades. Este problema está afectando cada vez más a los estadounidenses más viejos", escribió la semana pasada la senadora republicana Susan Collins en el periódico The Boothbay Register.
"Un estudio reciente descubrió que las admisiones en hospitales por el uso excesivo de opioides en adultos de más de 65 años aumentó más de cinco veces entre 1993 y 2012".
El jueves pasado, el Senado de EE.UU. aprobó una ley para combatir la creciente epidemia de analgésicos opioides y heroína, la cual fue votada por 94 de los 95 representantes.
La ley pasó ahora a la Cámara de Representantes y, de ser aprobada allí también, se convertiría en una de las pocas iniciativas que consiguen legislarse en este conflictivo año electoral.
Su objetivo es generar programas a nivel estatal y local para educar sobre la temática y tratar a las personas con consumos problemáticos, así como incentivar a los médicos para que prescriban otro tipo de drogas no adictivas e igual de efectivas como el ibuprofeno o naproxeno.
Para Mark H. estos programas son muy importantes, aunque considera que la regulación de las pastillas y sus precripciones también es clave.
En este momento, Mark H. lleva 10 años sin consumir drogas. Hace de mentor con adictos y suele dar charlas motivacionales en lugares como el centro de tratamiento White Sands, con sede en Florida, donde continúa con el vicio positivo de su vida: enseñar.