El capo más grande y más famoso de los últimos tiempos, Pablo Escobar Gaviria, aconsejaba a su hijo “nunca pruebes las drogas”. Alguna poderosa razón tenía para dar semejante consejo.
El joven Juan Pablo Escobar, hoy de 38 años, ha revelado este importante detalle en un libro que está saliendo al mercado y que cuenta la historia que vivió junto a su padre, muerto en una emboscada el 2 de diciembre de 1993 en Medellín, Colombia, el centro de su imperio criminal.
Él ha decidido poner al desnudo las “bondades y maldades” de su padre “para que los jóvenes no repitan su historia”.
Esas pocas palabras encierran un elocuente mensaje para aquellos que han sido o están a punto de ser seducidos por la peligrosa adicción a las drogas, que envilece y vuelve escoria humana al que esclaviza con su consumo.
Si el padre acumuló una fortuna inconmensurable que incluso le daba para mostrarse como un “benefactor de los pobres”, no es menos cierto que para edificar su poderosa red de narcotráfico tuvo que valerse de las más execrables formas criminales y de una montaña de miles de muertos, abusados o chantajeados para convertirse en “El patrón” del negocio a escala mundial.
Y si el propio padre era consciente del enorme daño que causa la adiccion y las extremadamente peligrosas circunstancias en que florece el negocio del narcotráfico, razón de sobra tenía para darle a su hijo el consejo que le dio: “Nunca pruebes las drogas”.
Pocas palabras bastan.