19 mayo 2015

La depresión en la infancia

Marcia está aterrada. Hace seis meses encontró a su hija de 10 años a punto de quitarse la vida. Un cable de teléfono en la mano derecha, una toalla en la izquierda, y unos ojos hinchados de tanto llorar fue la escena que encontró la triste madre cuando entró a la habitación de la niña.
Doña Juana vive una historia parecida. Su hijo de 12 años aún tiene en el cuello las marcas que le dejó la soga que utilizó para “despedirse de este mundo”, como lo cuenta ella textualmente. Afortunadamente un niño de la comunidad lo vio y corrió a contarlo a un tío de la víctima.
El hijo de Estela no corrió la misma suerte. “Mi niño solo tenía 11 años cuando se quitó la vida. Se envenenó con una sustancia que no sé ni cómo se llama. 
Yo tenía varias semanas viéndolo triste y le preguntaba, y decía que no tenía nada, que era que le hacía falta un vecinito que se mudó. No seguí insistiendo porque creía que eso se le pasaría, pero no, se quitó la vida y me dejó sola”, contó la madre. 
¿Cómo actuar cuando le encontramos infraganti? Los casos narrados por Marcia, Juana y Estela son reflejo de que es alta la incidencia de menores con problemas de depresión. No hay estadísticas que den cuenta de un número específico al respecto, pero los hechos “hablan”.
Expertos sobre el tema coinciden en que los casos que se dan a conocer en los medios de comunicación permiten observar cuán grave es la situación. Sin embargo, admiten que el asunto se torna aún más preocupante si se toma en cuenta que cada vez es más baja la edad de los infantes que incurren en acciones que atentan contra sus vidas, producto de la depresión infantil.
Según el sociólogo Gabriel Mejía, en el país siempre ha habido casos de infantes con depresión porque, a su parecer, los motivos que la causan existen desde tiempos muy remotos. “Claro, tenemos que admitir que se han sumado otros aspectos. El llamado ‘bullying’, por ejemplo, que aunque no es más que el acoso escolar, se ha intensificado con el elemento competencia, y de esto se desprende una serie de cosas que hay que desglosar”.
Explica que cuando habla de competencia la expone en todas sus vertientes. “Aquí se compite con la apariencia física, con el poder adquisitivo, con las marcas, con los lujosÖ Es una situación bien delicada que se extrapola de la casa a los centros de estudio y a todos los entornos donde tienden a juntarse los infantes”, dice.
Considera que ya es tiempo de que los padres tomen conciencia respecto al comportamiento de los hijos, pues muchas de las causas de la depresión infantil se originan en el seno del hogar.  
La sicóloga costarricense Doraida Villeta, experta en el tema, explica que es importante tener mucha cautela si se tiene la oportunidad de llegar antes de que el infante cometa suicidio. Mostrarle comprensión, amor y sobre todo respeto contribuye a ayudar  a que abandone esa idea.
Aunque no hay datos estadísticos que evidencien cuán grave es el problema, los expertos coinciden en que los últimos tiempos se ha verificado una alta incidencia de casos de infantes que se quitan la vida, lo intentan o se deprimen de manera extrema.
Sobre esta realidad, Carmen Virginia Rodríguez, sicóloga y terapeuta familia, responde algunas preguntas. 
P. ¿A qué podemos atribuir el problema?
R:
 La principal causa que lleva a un menor al suicidio es la depresión. El sentimiento que tiene de no poder ver más allá del aquí y el ahora. Eso es propio de la etapa de la adolescencia, donde se cree, por la misma inmadurez que ese momento va a ser eterno y que no pasará y, por ende, cuando se ven ante situaciones que sobrepasan su capacidad emocional para el manejo de estas, encuentran en no existir la manera más fácil y rápida de salir de ese momento o situación por la que atraviesan.
Entre las posibles razones podemos enumerar las personales, como depresión, ansiedad, agresividad, abuso de sustancias entre otras. Las familiares, como abandono, negligencia, no sentirse querido, abuso de cualquier índole, entre otras. El pertenecer a una minoría, preferencia sexual, acoso de cualquier tipo, en el caso de los escolares es muy frecuente y cada vez más visto el acoso escolar o ‘bullying’ o ‘cyberbullying’.
P: ¿Qué debemos hacer para evitar los extremos?
R:
 Los infantes, al igual que los adolescentes, viven en extremos blanco o negro, sí o no y nuestra función como padres o educadores es señalar diferentes alternativas y lograr que mientras van creciendo como seres humanos y madurando en el proceso, entiendan que se puede vivir en equilibrio, pero entendiendo que ese equilibrio, a pesar de ser lo ideal, no es fácil de conseguir, aunque sí es posible. De eso se trata la vida, de vivirla a plenitud sin tener que caer en los extremos, porque hasta lo bonito y bueno cansa.
P: Cuando lo encontramos en la escena del hecho y hay tiempo de impedirlo, ¿cómo debemos tratarlo?
R:
 Un infante o adolescente que trata de quitarse la vida es una persona que necesita ayuda de inmediato. Necesita ser atendido por un profesional de la salud mental.
La persona que quiere o piensa en  suicidarse es alguien que ha perdido la esperanza de sentirse mejor o de alcanzar objetivos que considera importantes en su vida. El niño o la niña que piensa en suicidarse es porque no maneja en ese momento la capacidad de pensar que existen otras alternativas en su vida para solucionar la situación que sea. Si perdió la capacidad, es seguro que requerirá de ayuda profesional, no puede ser ofrecida por los padres.
Es importante destacar que, ante la presencia de un intento de suicidio, muchos padres voltean la cara hacia al otro lado, alegando, entre otras cosas, que son manipulaciones o que eso no volverá a suceder. Y si bien es cierto que pueden darse intento de suicidio como manera de manipular, esa manipulación no puede tomarse a la ligera, ya que sí puede en algún momento salírsele de las manos y consumar el hecho. Por otro lado, si el alegato es que eso no sucederá nuevamente, igual sí puede volver a suceder y hasta en reiteradas ocasiones, hasta lograr el funesto objetivo.
Buscar ayuda profesional es lo recomendado, ya que el infante o y la familia necesitan reentrenarse en la capacidad emocional de manejar las diferentes situaciones que lo llevaron ahí. Si como alternativa decidimos sobreproteger, encerrar y vigilar, sin lograr cambios cognitivos y emocionales, es muy probable que en la primera oportunidad intente nuevamente realizar el hecho. 
((Casos
El testimonio de una víctima

“Desde que yo tenía ocho años me molestaban en la escuela, pero había tres niñas que eran las que me decían más cosas feas. Cuando yo llegaba comenzaban a decir ‘llegó el elefante’, ‘quítense de la puerta que el motrocolo los tumba’... y se reían hasta más no poder”, cuenta Mayi muy triste.
No sabía cómo manejar la situación. Había tocado, a su parecer, todas las puertas. Profesores, padres y madres de los infantes que la atacaban, así como sus propios progenitores sabían lo que estaba sucediendo y, según ellos, habían resuelto el problema. “Pero no era así. A espaldas de ellos, me seguían haciendo la vida imposible. Decidí callarme porque entendí que ya no había manera de sofocar los ataques. Busqué otra alternativa, errónea, pero la busque: me corté las venas para descansar de este mundo”, llora y hace una pausa larga.
Cuando medio se repone, prosigue: “Hoy le pido perdón a Dios y a mi familia, porque esa no fue la salida que debí buscar, pero la depresión me estaba matando y me invitaba a que lo hiciera. Ojalá algunos preadolescentes como yo lean esto para que recapaciten y no cometan esta falta. Busquen ayuda de sus padres y de los profesores si la causa está en la escuela”, aconseja Mayi con mucha madurez.
Caso lamentable
La madre de Moncho habla con tristeza de la amarga experiencia que vivió cuando encontró a su hijo a punto de quitarse la vida. “Pero mi hijo, qué vas a hacer por Dios. Yo te amo mi niño. No me hagas eso”, fue lo que, según cuenta, le gritó a su niño cuando vio la acción.
Relata que estaba aturdida. No sabía discernir entre lo que ocurría y cuál debía ser su reacción. “Sólo atiné a salvar a mi hijo. Lo abracé y lo cuestioné, aunque quizás no debía hacerlo. Esa noche dormí con él y fui convenciéndolo hasta que aceptara ir conmigo a un especialista. Lo llevé donde una sicóloga y, de verdad, que nos ha ayudado bastante. El tema no se ha tocado jamás. Su padre y sus dos hermanos le dieron mucho apoyo”.
Manifiesta que la causa, según contó el infante, fue el sentirse desplazado en la escuela, en la casa y hasta en su entorno, lo que lo llevó a cometer esa agresión contra sí mismo. 

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